Era medianoche ya y Gonzalo corría lo mas que podía, en busca del vil don Juan. En poco tiempo llegó del convento hasta el lugar dónde don Juan lo esperaba, preparándose para la discusión.
- ¿Dónde estas traidor?
- Aquí estoy comendador, de rodillas y a tus pies.
- Vil eres hasta en tus crímenes.
- Anciano, la lengua ten, y un sólo instante escúchame.
- ¿Que puedes decir en tu defensa que desdiga lo que hay escrito en este papel? ¿Ese es el valor del que blasonas?¿Con viejos y con doncellas la muestras?
- ¡Comendador!
- Miserable, tú has robado a mi Inés de su convento, y yo vengo por tu vida o por mi bien.
Don Juan, que jamás ante un hombre se había humillado, le confiesa al comendador el amor que profesaba por doña Inés. Gonzalo harto de sus engaños la puerta abajo intenta echar. Pero antes de conseguirlo, una nueva voz vuelve a sonar. Era la voz de Luis, quién aparecía burlándose de don Juan. Pero una nueva apariencia llevaba. Tenía entera la cara tapada y vestía una capa negra con restos de sangre.
- ¿Qué has hecho?- pregunta don Juan.
- Arreglaros el problema- responde Luis.